Flori Epitomae Liber Primus

1.22 [2.6] Bellum Punicum primum

1.22 [2.6] La segunda guerra púnica

 

15-16. Quartum id est paene ultimum uolnus imperii Cannae, ignobilis Apuliae uicus; sed magnitudine cladis emersit et sexaginta milium caede parta nobilitas. Ibi in excidium infelicis exercitus dux, terra, caelum, dies, tota rerum natura consensit. Si quidem non contentus simulatis transfugis Hannibal, qui mox terga pugnantium ceciderunt, insuper callidus imperator in patentibus campis, obseruato loci ingenio, quod et sol ibi acerrimus et plurimus puluis et eurus ab oriente semper quasi ad constitutum, ita instruxit aciem, ut Romanis aduersus haec omnia obuersis secundum caelum tenens uento, puluere, sole pugnaret.

 

La cuarta herida —casi la última— del Imperio fue Cannas, aldea desconocida de Apulia, que, sin embargo, adquirió notoriedad por la magnitud de la derrota y se hizo famoso gracias a la muerte de sesenta mil hombres. Allí se concitaron para la derrota del desgraciado ejército el general, la zona, el cielo, el día, la naturaleza toda: Aníbal, sin contentarse exclusivamente con el engaño de unos tránsfugas que luego cayeron sobre las espaldas de los combatientes, después de haber observado a campo abierto, como astuto caudillo, el carácter del lugar, y que, como si se hubiese convenido, el sol allí era ardentísimo, el polvo infinito y el Euro siempre soplaba de Oriente, fijó de tal forma la línea de batalla que, mientras los romanos quedaban situados frente a todo ello, él, con el cielo de su lado, tenía a su favor en la lucha el viento, el polvo y el sol.

 

37-39. Igitur in ultionem patris ac patrui missus cum exercitu Scipio, cui iam grande de Africa nomen fata decreuerant, bellatricem illam, uiris armisque nobilem Hispaniam, illam seminarium hostilis exercitus, illam Hannibalis eruditricem —incredibile dictu— totam a Pyrenaeis montibus in Herculis columnas et Oceanum recuperauit, nescias citius an felicius. Quam uelociter, quattuor anni fatentur; quam facile, uel una ciuitas probat. Eodem quippe quo obsessa est die capta est, omenque Africanae uictoriae fuit, quod tam facile uicta est Hispaniae Carthago.

 

Así pues, Escipión —a quien el hado había decretado esclarecido nombre por su actuación en África—, enviado con su ejército para vengar a su padre y tío paterno, recuperó —¡es increíble referirlo!— toda la debeladora España —famosa por sus hombres y combates, semillero del ejército enemigo y maestra de Aníbal—, desde los montes pirenaicos hasta las columnas de Hércules y el Océano, sin que pueda saberse si con mayor rapidez o éxito; cuán velozmente, cuatro años lo atestiguan; cuán fácilmente, una sola ciudad lo demuestra: fue capturada el mismo día en que se sitió, y haber vencido con tal facilidad a la Cartago hispana, se convirtió en presagio de la victoria africana.

 

152-53. Tanto, id est omni qua longissima Italia, solo interiacente, quo consilio, qua celeritate consules castra coniunxerint inopinatumque hostem conlatis signis oppresserint, neque id fieri Hannibal senserit, difficile dictu est. Certe Hannibal re cognita cum proiectum fratris caput ad sua castra uidisset, «agnosco», inquit, «infelicitatem Carthaginis». Haec fuit illius uiri non sine praesagio quodam fati inminentis prima confessio.

 

Es difícil explicar con qué unánime decisión, a pesar de la gran distancia que les separaba —toda la larguísima Italia—, con qué rapidez los cónsules unieron sus campamentos y con sus enseñas reunidas cayeron por sorpresa sobre el desprevenido enemigo sin que Aníbal lo advirtiese. Cuando tuvo conocimiento de ello, al contemplar la cabeza de su hermano arrojada a su campamento, exclamó: «Me doy cuenta del infortunio de Cartago». Tal fue, con el matiz de un presentimiento, la primera confesión del esclarecido varón del inminente sino.

1.24 [2.8] Bellum Syriacum regis Antiochi

1.24 [2.8] Guerra contra el rey Antíoco de Siria

 

16-18. Trecenta milia peditum, equitum falcatorumque curruum non minor numerus. Elephantis ad hoc inmensae magnitudinis, auro, purpura, argento et suo ebore fulgentibus, aciem utrimque uallauerat. Sed haec omnia praepedita magnitudine sua, ad hoc imbre, qui subito superfusus mira felicitate Persicos arcus corruperat. Primum trepidatio, mox fuga, deinde triumphus fuerunt. Victo et supplici pacem partemque regni dari placuit eo libentius, quod tam facile cessisset.

 

[…] Trescientos mil infantes y un número no inferior de caballeros y carros falcados; a ello se añadía el haber rodeado su formación por ambos flancos con elefantes de descomunal tamaño, refulgentes de oro, púrpura, plata y su propio marfil. Pero su propia grandiosidad fue un obstáculo para todo y, además, una imprevista lluvia, por admirable suerte, corroyó los arcos persas. Primero vino el pánico, luego la huida, después el triunfo. Al rey, vencido y humillado, se decidió concederle la paz y una parte del reino, con mayor agrado puesto que había caído tan fácilmente.

1.31 [2.15] Bellum Punicum tertium

1.31 [2.15] Tercera guerra púnica

 

4-6. Cato inexpiabili odio delendam esse Carthaginem, et cum de alio consuleretur, pronuntiabat, Scipio Nasica seruandam, ne metu ablato aemulae urbis luxuriari felicitas urbis inciperet; medium senatus elegit, ut urbs tantum loco moueretur. Nihil enim speciosius uidebatur quam esse Carthaginem, quae non timeretur.

 

Masinisa, por su parte, aterrorizaba con frecuentes incursiones su frontera, pero a él se le favorecía como un rey excelente y aliado. No bien se sentaron a debatir sobre la guerra, se discutieron las decisiones finales; Catón, con su implacable odio, declaraba —incluso aunque se deliberara sobre otro tema— que Cartago debía ser destruida; Escipión Nasica, que había que conservarla, para que la prosperidad de Roma no comenzara a corromperse al suprimirse el miedo a la ciudad rival; el Senado eligió un término medio: tan sólo que la ciudad se trasladara de lugar, pues nada parecía más fascinante que la existencia de una Cartago que no inspirara miedo.

1.35 [2.20] Bellum Asiaticum

1.35 [2.20] Guerra asiática

 

1-2. Victa ad occasum Hispania populus Romanus ad orientem pacem agebat, nec pacem modo, sed inusitata et incognita quadam felicitate relictae regiis hereditatibus opes et tota insemel regna ueniebant. Attalus, rex Pergamenorum, regis Eumenis filius, socii quondam conmilitonisque nostri, testamentum reliquit: «populus Romanus bonorum meorum heres esto. In bonis regiis haec fuerunt».

 

Vencida Hispania en el poniente, el pueblo romano vivía en paz en Oriente, y no sólo en paz, sino que, con inusitada y desconocida Fortuna, a un tiempo llegaban a sus manos los tesoros y todos los reinos dejados en herencia por los reyes. Atalo, rey de Pérgamo, hijo del rey Eumenes, aliado y colaborador de nuestro ejército un tiempo atrás, consignó en su testamento: «Sea el pueblo romano heredero de mis bienes. Los bienes reales son los siguientes…».

1.36 [3.1] Bellum Iugurthinum

1.36 [3.1] Guerra yugurtina

 

14-15. Hic et urbem Herculi conditam Capsam, in media Africa siti anguibus harenisque uallatam, mira quadam felicitate superauit, et saxeo inditam monti Muluccham urbem per Ligurem aditu arduo inaccessoque penetrauit. Mox non ipsum modo, sed Bocchum quoque Mauretaniae regem, iure sanguinis Numidam uindicantem, apud oppidum Cirtam grauiter cecidit.

 

Con extraordinaria fortuna tomó la ciudad de Capsa, fundada por Hércules, protegida en medio de Africa por la sed, las alimañas y la arena, y, gracias a un ligur, por un escabroso y escarpado camino penetró en la ciudad de Muluca, asentada sobre un rocoso monte. Luego, junto a la ciudad de Cirta le infligió una severa derrota, no sólo a él, sino también a Boco, rey de Mauritania, que, por parentesco, pretendía vengar al Númida.

1.38 [3.3] Bellum Cimbricum Teutonicum Tigurinum

1.38 [3.3] Guerra contra los cimbrios, teutones y tigurinos

 

18-21. Tertia Tigurinorum manus, quae quasi in subsidio Noricos insederat Alpium tumulos, in diuersa lapsi fuga ignobili et latrocinis euanuit. Hunc tam laetum tamque felicem liberatae Italiae adsertique imperii nuntium non per homines, ut solebat, populus Romanus accepit, sed per ipsos, si credere fas est, deos. Quippe eodem die quo gesta res est uisi pro aede Pollucis et Castoris iuuenes laureatas praetori litteras tradere, frequensque in spectaculo rumor «Victoriae Cimbricae feliciter!» dixit. Quo quid admirabilius, quid insignius fieri pote est? Quippe uelut elata montibus suis Roma spectaculo belli interesset, quod in gladiatorio munere fieri solei, uno eodemque momento, cum in acie Cimbri succumberent, populus in urbe plaudebat.

 

Su rey Boyórige murió luchando denodadamente en primera línea, pero no sin tomarse venganza. La tercera tropa, la de los tigurinos, que, a modo de refuerzo, se había asentado en las cimas de los Alpes Nóricos, se desvaneció escabulléndose en diferentes direcciones en una vergonzante huida entre pillajes. El anuncio, tan grato y feliz, de la liberación de Italia y la salvación del imperio lo recibió el pueblo romano, no, como es habitual, a través de los hombres, sino, si es lícito creerlo, de los dioses: el mismo día en que tuvo lugar la gesta delante del templo de Pólux y Cástor se vió a unos jóvenes entregar al pretor un mensaje laureado y en el espectáculo un reiterado rumor proclamó «¡Gran triunfo en la victoria címbrica!». ¿Puede haber algo más admirable, más insigne que esto? Como si Roma, alzada sobre sus colinas, asistiese al espectáculo de la guerra, a un tiempo, como suele ocurrir en el juego de los gladiadores, mientras los cimbrios morían en la batalla, en la Ciudad el pueblo aplaudía.

1.40 [3.5] Bellum Mithridaticum

1.40 [3.5] Guerra contra Mitrítades

 

1-3 Ponticae gentes a septentrione in sinistrum iacent, a Pontico cognominatae mari. Harum gentium atque regionum rex antiquissimus Aeetas, post Artabazes, a septem Persis oriundus, inde Mithridates, omnium longe maximus. Quippe cum quattuor Pyrrho, quattuordecim anni Hannibali suffecerint, ille per quadraginta annos restitit, donec tribus ingentibus bellis subactus felicitate Sullae, uirtute Luculli, magnitudine Pompei consumeretur. Causam quidem illius belli praetenderat apud Cassium legatum, adtrectari terminos suos a Nicomede Bithyno; ceterum elatus animis ingentibus Asiae totius et, si posset, Europae cupiditate flagrabat.

 

Los pueblos del Ponto, cuyo nombre procede del mar Póntico, habitan por el norte, hacia la izquierda. El rey más antiguo de estas gentes y regiones fue Eetas, después Artabaces, descendiente de los siete Persas; luego Mitrídates, con mucho el más importante de todos; pues, mientras para Pirro bastaron cuatro años y catorce para Aníbal, él resistió durante cuarenta, hasta que, abatido en tres formidables campañas, fue aniquilado por la fortuna de Sila, el valor de Lúculo y la grandeza de Pompeyo. Ante el legado Casio había aducido, como excusa para la guerra, que sus fronteras se veían hostigadas por Nicomedes de Bitinia. En realidad, arrastrado por su inmensa ambición, ardía en deseos de poseer toda Asia y, si era posible, Europa.

 

18-24.Rex callidus Romanaeque auaritiae peritus spargi a fugientibus sarcinas et pecuniam iussit, qua sequentes moraretur. Nec felicior in mari quam in terra fuga. Quippe centum amplius nauium classem adparatu belli grauem in Pontico mari adgressa tempestas tam foeda strage lacerauit, ut naualis belli instar efficeret, planeque ut Lucullus quodam cum fluctibus procellisque commercio debellandum tradidisse regem uentis uideretur. Adtritae iam omnes ualidissimi regni uires erant, sed animus malis augebatur. Itaque conuersus ad proximas gentes totum paene orientem ac septentrionem ruina sua inuoluit. Hiberi, Caspii, Albani et utraeque sollicitantur Armeniae, per quae omnia decus et nomen et titulos Pompeio suo Fortuna quaerebat. Qui ubi nouis motibus ardere Asiam uidet aliosque ex aliis prodire reges, nihil cunctandum ratus, priusquam inter se gentium robora coirent, statim ponte nauibus facto omnium ante se primus transit Euphraten regemque fugientem media nanctus Armenia — quanta felicitas uiri! — uno proelio confecit. Nocturna ea dimicatio fuit et luna in partibus. Quippe quasi commilitans cum a tergo se hostibus, a facie Romanis praebuisset, Pontici per errorem longius cadentis umbras suas quasi hostium corpora petebant. Et Mithridates quidem nocte illa debellatus est

 

El rey, astuto y conocedor de la codicia romana, ordenó que los fugitivos esparciesen sus joyas y su tesoro para retener a sus perseguidores. No tuvo mayor éxito la huida por mar que por tierra; pues la tempestad que se abatió sobre la escuadra de cien naves aprestada con bagaje militar en el mar Póntico quedó tan mal parada por tan vergonzoso estrago, que se convirtió en el equivalente de una batalla naval, y realmente pareció que Lúculo, en una especie de transacción con las olas y el huracán, había entregado al rey a los vientos para que lo destrozasen.  Las fuerzas del rey estaban todas ya deshechas, pero su espíritu se acrecía con las desgracias. Por tanto, volviéndose contra sus vecinos, envolvió casi todo el Oriente y el Norte en su propia ruina. Trató de ganar a los íberos, caspios, albanos y las dos Armenias, de las que la Fortuna guardaba para su amado Pompeyo, honor, fama y títulos. Éste, cuando advirtió que Asia ardía en nuevos levantamientos y que a unos reyes les sucedían otros, pensando que no debía vacilar, antes de que las fuerzas de las naciones se coaligasen, cruzó el Éufrates después de construir rápidamente un puente con las naves, y, tropezándose con el rey que huía por la Armenia central, lo venció —¡qué Fortuna la de este hombre!— en un solo combate. La confrontación fue de noche y la luna se puso de nuestra parte: cual compañera de armas, al brillar de espaldas a los enemigos y de frente a los romanos, los pónticos buscaban erróneamente sus propias sombras que se proyectaban más lejos, como si fueran los cuerpos de los contrarios. Aquella noche fue realmente vencido Mitrídates, pues luego ya careció de fuerza, aunque, como las serpientes que, cuando se les secciona la cabeza, sacuden amenazantes la cola, lo intentó todo.

1.41 [3.6] Bellum piraticum.

1.41 [3.6] Guerra contra los piratas

 

14-15 Idque prospectum singulari consilio ducis, qui maritimum genus a conspectu longe remouit maris et mediterraneis agris quasi obligauit, eodemque tempore et usum maris nauibus recuperauit et terrae homines suos reddidit. Quid prius in hac mirere uictoria? Velocitatem, quod quadragensimo die parta est? an felicitatem, quod ne una quidem nauis amissa est? an uero perpetuitatem, quod amplius piratae non fuerunt ?

Nunca disfrutamos de otra victoria tan incruenta; pero tampoco se ha encontrado otro pueblo más fiel en el futuro. Lo previó con su extraordinaria inteligencia el general que alejó sensiblemente de la vista del mar a este, por así decirlo, pueblo navegante, y los encadenó a unas tierras situadas en medio del continente, y, a un tiempo, recuperó el mar para la navegación y devolvió a los hombres a la tierra que era su medio. ¿Qué hay que admirar más en esta victoria? ¿La rapidez, puesto que se obtuvo en cuarenta días? ¿La fortuna, ya que no se perdió ni una sola nave? ¿o, más bien, la duración del resultado, porque la piratería dejó de existir?

1.45 [3.10] Bellum Gallicum.

1.45 [3.10] Guerra de las Galias

 

22 Aberat tunc Caesar Rauennae dilectum agens, et hieme creuerant Alpes: sic interclusum putabant iter. Sed ille, qualis erat ad nuntium rei — felicissimam temeritatem — per inuios ad id tempus montium tumulos, per intactas uias et niues, expedita manu emensus Galliam, et ex distantibus hibernis castra contraxit, et ante in media Gallia fuit quam ab ultima timeretur.

En ese momento César se encontraba lejos, efectuando en Rávena una leva y durante el invierno se habían elevado más las cumbres de los Alpes: por tanto, creían que el camino estaba interrumpido. Pero él, —¡afortunada temeridad!— cruzando la Galia tal cual se encontraba en el momento de recibir la noticia, con una tropa expedita armada a la ligera, a través de cumbres impracticables hasta el momento, a través de caminos y nieves vírgenes, concentró en su campamento las alejadas guarniciones de invierno y se presentó en el centro de la Galia antes de que su llegada se temiera en los confines.

1.46 [3.11] Guerra contra los partos.

1.46 [3.11] Bellum Parthicum

 

9-11. Sic miserabili strage deletus exercitus. Ipse in conloquium sollicitatus, signo dato uiuus in hostium manus incidisset, nisi tribunis reluctantibus fugam ducis barbari ferro occupassent. Filium ducis paene in conspectu patris idem telis operuerunt. Sic quoque relatum caput ludibrio hostibus fuit. Reliquiae infelicis exercitus, quo quemque rapuit fuga, in Armeniam, Ciliciam Syriamque distractae, uix nuntium cladis rettulerunt. Caput eius recisum cum dextera manu ad regem reportatum ludibrio fuit, neque indigno. Aurum enim liquidum in rictum oris infusum est, ut cuius animus arserat auri cupiditate, eius etiam mortuum et exsangue corpus auro ureretur.

El ejército quedó exterminado en una deplorable carnicería. El propio general, requerido para parlamentar, habría caído vivo en manos del enemigo, a una señal dada, si, ante la resistencia de los tribunos, los bárbaros no se hubiesen anticipado a su fuga con la espada. De igual modo abatieron con sus saetas al hijo del general, casi ante los ojos de su padre; incluso se llevaron su cabeza para irrisión de los enemigos. Los restos del infausto ejército, dispersos por Armenia, Cilicia y Siria, cada cual a donde le llevó su huida, apenas lograron transmitir la noticia de la derrota. La cabeza de aquél, cortada y presentada al rey con su diestra, fue objeto de escarnio, no sin razón. Pues por las comisuras de la boca se deslió oro licuado: para que se quemara por el oro el cuerpo, incluso exánime e inerte, de aquel cuyo espíritu ardía por la codicia del oro.

1.47 [3.12] Anacephaleosis.

1.47 [3.12] Síntesis

 

6-8. Ac nescio an satius fuerit populo Romano Sicilia et Africa contento fuisse, aut his etiam ipsis carere dominanti in Italia sua, quam eo magnitudinis crescere, ut uiribus suis conficeretur. Quae enim res alia ciuiles furores peperit quam nimiae felicitates? Syria prima nos uicta corrupit, mox Asiatica Pergameni regis hereditas. Illae opes atque diuitiae adflixere saeculi mores, mersamque uitiis suis quasi sentina rem publicam pessum dedere. Vnde enim populus Romanus a tribunis agros et cibaria flagitaret, nisi per famem quam luxus fecerat? Hinc ergo Gracchana prima et secunda et illa tertia Apuleiana seditio.

Incluso no sé si habría sido mejor para el pueblo romano haberse contentado con Sicilia y África, y hasta, privado de éstas, dominar en su propia Italia, que acrecentar tanto su grandeza que se arruinara por sus propias fuerzas. ¿Qué otra cosa, a no ser el excesivo éxito, promovió los enconos civiles? La derrota de Siria fue la primera en corrompernos, luego el legado asiático del rey de Pérgamo. Aquellos recursos y riquezas debilitaron las costumbres de la época y hundieron la República, inmersa en sus vicios cual en una sentina. ¿Por qué el pueblo romano iba a requerir de los tribunos una reforma agraria y el reparto de trigo, a no ser por el hambre que el lujo había generado? De ahí, en consecuencia, la primera y segunda sedición gracanas y la tercera de Apuleyo.

 

Traducción: Gregorio Hinojo e Isabel Moreno

Texto latino tomado de la edición de Jal (1967). Traducción tomada de Hinojo-Moreno (2000).

Referencias bibliográficas

Jal, P. Florus. Oeuvres. Texte établi et traduit par Paul Jal. Tome I et tome II. Les Belles Lettres. Paris. 1967. Digital edition by the digilibLT group – Università degli Studi del Piemonte Orientale.

Hinojo Andrés, G., Moreno Ferrero, I. Floro. Epítome de la Historia de Tito Livio. Introducción, traducción y notas de Gregorio Hinojo Andrés e Isabel Moreno Ferrero. Gredos. Madrid. 2000. 

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