Carmen 85

Carmen LXXXV

Hunc ego, o iuuenes, locum uillulamque palustrem 

tectam uimine iunceo caricisque maniplis 

quercus arida rustica fomitata securi 

nutrior. Magis et magis fit beata quontannis! 

Huius nam domini colunt me deumque salutant 

pauperis tuguri pater filiusque adulescens, 

alter assidua colens diligentia, ut herbae 

asper aut rubus a meo sint remota sacello, 

alter parua manu ferens saepe munera larga. 

Florido mihi ponitur picta uere corolla, 

primitus tenera uirens spica mollis arista, 

luteae uiolae mihi lacteumque papauer 

pallentesque cucurbitae et suaue olentia mala, 

uua pampinea rubens educata sub umbra. 

Sanguine haec etiam mihi (sed tacebitis) arma  

barbatus linit hirculus cornipesque capella. 

Pro quis omnia honoribus nunc necesse Priapo est 

praestare et domini hortulum uineamque tueri. 

Quare hinc, o pueri, malas abstinete rapinas. 

Vicinus prope diuers est neglegensque Priapus.

Inde sumite, semita haec deinde uos feret ipsa. 

 

Este terreno, jóvenes, y esta modesta casa, 

propia de los pantanos, con techumbre de mimbres 

juncales y unos cuantos manojos de carrizo, 

los alimento yo, un trozo de una seca 

encina desbastada por hacha campesina. 

Que aumente su fortuna cada año que pasa. 

Sus dueños me veneran, me honran como dios  

de esta pobre cabaña, son un padre y su hijo 

adolescente. Uno, con tenaz diligencia 

cuida de que estén siempre lejos de mi templete 

hierbas y áspera zarza. Trae el otro, muchas veces, 

ofrendas generosas en su pequeña mano. 

Para mí depositan en primavera una 

colorida guirnalda, en primicia la tierna 

espiga verdeante con su tallo flexible, 

y violetas intensas y lácteas amapolas 

y claras calabazas, manzanas aromáticas, 

y uva roja que crece a la sombra del pámpano. 

También este armamento con sangre me lo unge 

—pero no contéis nada— el barbado cabrito, 

también la cabritilla, la de pezuñas córneas. 

En pago a esos favores es justo que ahora Príapo 

proteja todo esto y guarde el huertecillo 

y la viña del dueño. Por lo tanto, muchachos, 

aquí ni se os ocurran vuestras malas rapiñas. 

Ese vecino es rico. Su Príapo, descuidado. 

Marchaos, que el camino os llevará hasta allí.

 

Traducciones: Juan Antonio González Iglesias

 

Referencias bibliográficas

Codoñer, C., González Iglesias, J.A. (Eds.) Priapea. Anejos de Exemplaria Classica III. Universidad de Huelva. Huelva. 2014. [Edición en línea]

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