Quinto Curcio Rufo

Introducción a las Historiae de Curcio Rufo

Guillermo Aprile

Pocos son los datos que se conocen con certeza de este autor, más allá de que escribió la monografía histórica más extensa conservada en latín sobre Alejandro Magno, titulada Historiae1. Constaba originalmente de diez libros: los primeros dos se perdieron, junto con el prólogo. Este hecho ha dificultado enormemente la posibilidad de ofrecer una datación efectiva para la obra. Sin embargo, existe un cierto consenso de que debió ser escrita en la segunda mitad del siglo I d.C., según algunos estudiosos durante el reinado de Claudio, según otros durante el reinado de Vespasiano, aunque también se han propuesto fechas aún más tardías (Baynham 1998: 201-219). Otro factor que complica su ubicación temporal es que ningún autor de la Antigüedad cita las Historiae ni menciona a un Q. Curtius Rufus que haya escrito una historia de Alejandro Magno, si bien existen numerosos registros sobre la existencia de al menos dos personajes famosos (un senador y un rhetor) con ese nombre.

La propia naturaleza genérica de las Historiae ha sido también motivo de debate entre los estudiosos, por lo menos desde el siglo XIX: ¿se trata de una biografía (vita) o de historia (res gestae)? ¿Es acaso un híbrido entre ambos, como muchos textos de la historiografía post-liviana? ¿Sería acaso una «historia novelizada». Los análisis más exhaustivos del texto demuestran que se atiene perfectamente a todas las convenciones del género historiográfico en Roma: extensos relatos de batallas, discursos de personajes en oratio recta —muchas veces contrapuestos—, largos excursus étnico-geográficos para describir países extraños, retratos de grandes personajes, etc. Pero al mismo tiempo, también pueden encontrarse otros elementos que lo aproximarían al género biográfico, como anécdotas y otros elementos que revelarían el carácter de Alejandro Magno, su protagonista. Pero esta combinación de elementos no es ajena a muchos textos de la historiografía del llamado «siglo de Plata» —recuérdese el Agricola de Tácito— puesto que los propios romanos no establecían, especialmente hacia finales del siglo I d.C., una división tan tajante entre el género histórico y el biográfico. 

Siguiendo a Baynham (1998), debemos entender que el autor, al componer la obra, no se propuso ofrecer una historia ‘definitiva’ de Alejandro Magno, sino que más bien le interesaban las posibilidades retóricas, literarias y morales que ofrecía un relato de las res gestae del personaje. Consideremos la analogía formulada planteada por el historiador alemán A. Heuss, según la cual la figura de Alejandro, en época antigua, era como «una botella vacía que podía llenarse con cualquier vino» (Badian 1976: 280). El propósito de Curcio, según la propuesta de lectura de Baynham, era ofrecer al público romano de época imperial un texto de gran elaboración retórico-literaria y evidente finalidad moral sobre los efectos nocivos que tuvieron en Alejandro tanto su perpetua fortuna en el campo de batalla como su condición de rex (es decir, de tyrannus), un tema que fascinaba tanto como horrorizaba al público romano, especialmente entre la aristocracia senatorial.

En los pasajes seleccionados para este corpus resulta de especial interés el problema de la felicitas de Alejandro, consecuencia directa de su perpetua fortuna. En los primeros cinco libros del texto, esto se contrasta con un personaje casi naturalmente infelix como es Darío, rey de Persia. En los últimos cinco libros, sin un claro rival con quien contrastarse, la felicitas de Alejandro continúa hasta su muerte, sin sufrir ningún cambio de fortuna como el que padecen algunos personajes secundarios (Filotas, Parmenión, Poro). Sin embargo, como señala Baynam, el narrador de las Historiae cree que este exceso de buena fortuna terminó siendo una fuerza corruptora de su espíritu, que lo llevó a tomar decisiones moralmente cuestionables —a los ojos de la aristocracia senatorial romana— como asumir la diadema y la vestimenta persa, exigir ser adorado como un dios en vida, etc. Es en este sentido que la idea de felicitas se vuelve un tema recurrente a lo largo de la obra.

 

1 El título Historiae fue fijado por H. Bardon en su edición crítica de 1961, a partir de la lectura del colofón del manuscrito más antiguo conservado del texto (Parisinus 5716). Sin embargo, muchas ediciones —y muchos estudiosos— continúan utilizando el título Historiae Alexandri Magni Macedonis que presentaban otros manuscritos más recientes.

 

Referencias bibliográficas

Badian, E.  «Some Recent Interpretations of  Alexander».  Badian, E. (Ed). Alexandre le  Grand, image et réalité (Entretiens Hardt XXII. Fondation Hardt. Vandoeuvres-Geneve. 1976. pp. 279-303.

Baynham, E.  Alexander the Great. The Unique History of Curtius Rufus. The University of Michigan Press. Ann Arbor. 1998.

 

Q. Curtii Rufi Historiae

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